En el Perú, existen un total de 82 mil instituciones públicas de educación básica (que albergan entre ocho y tres mil estudiantes), cuyos locales no requieren de un certificado de Defensa Civil para funcionar, como si lo requiere cualquier otro espacio público o privado, aunque tenga solo una persona de aforo.
Lo cierto es que, si a los colegios públicos se les exigiera pasar por un proceso de licenciamiento similar al de las universidades e institutos, probablemente más del 80% no se licenciarían.
El 20 de agosto el actual gobierno declaró en emergencia el Sistema Educativo Peruano a nivel nacional hasta el primer semestre del año 2022, con el propósito de garantizar un retorno seguro, gradual, flexible y voluntario a las aulas y asegurar una educación de calidad que deberá ser semipresencial. Esto acrecienta el problema de la educación peruana, pues el 2018 la prueba Pisa reconfirmó resultados anteriores, que indicaban la crisis permanente en la que se encuentra hace varias décadas.
La precaria situación de la infraestructura educativa y el cumplimiento de las normas de bioseguridad obliga a generar dos turnos escolares presenciales intercalados, de tres días cada uno, de 8 horas cada día, equivalente a 5 medias jornadas: lo que recibían antes de la pandemia; así lo hemos expresado en anteriores artículos en esta columna.
A esto se sumarían dos días de educación a distancia con aulas virtuales interactivas (online y offline), con alta calidad académica de contenido, utilizando los medios digitales disponibles globalmente, y que, sin embargo, no han sido utilizados por los gobiernos anteriores, que optaron por el facilismo de siempre, de comprar tablets a costos de laptops, sin antes haber resuelto la conectividad ni asegurado la calidad de contenidos tecno-pedagógicos que deberían interactuar en las clases virtuales. Tampoco se ha capacitado a los docentes para el uso de medios digitales.
Este tipo de educación semipresencial reducirá a la mitad el aforo actual de los colegios, y disminuirá significativamente el caótico e inseguro tránsito vehicular público. A esto habría que agregarle la reubicación de los estudiantes en función de su residencia.
Para volver a clases, deberíamos asegurar contra riesgo sísmico por lo menos el 50% de locales escolares; para los cuales se contaría con el doble de presupuesto para invertir en agua, desagüe, electricidad e internet, y en alimentos nutritivos para los estudiantes.
Además, para recuperar el deporte en la educación básica, es necesario sumar, a la infraestructura deportiva de los colegios seleccionados, nueva infraestructura, a partir de los locales no utilizados. También se debe utilizar esta infraestructura para generar una red de centros tecnológicos distritales, para que las poblaciones NINIS (ni trabajan ni estudian), que ya llegan a 3 millones, accedan a formación técnica que les permita desarrollarse.
Para el 2022 se debería considerar el retorno a las aulas en abril, cuando en la sierra y en la selva ya no existen lluvias, y en la costa ha terminado la última etapa del verano, y más bien, iniciar el año escolar en el mes de marzo con la educación a distancia, a través de clases virtuales interactivas, con contenidos y presentaciones de calidad pedagógica, a través de internet y disponible en las tablets.
También se debe considerar que la tendencia curricular en gran parte del mundo implica integrar los aprendizajes de ciencia, tecnología, ingeniería, comunicación y matemáticas, apoyados por softwares gratuitos como el Scratch, del MIT (hoy en 73 idiomas, entre ellos el inglés, el español y el quechua), que deberían ser utilizados en todo el país.
Una educación de calidad, además de un local seguro, exige que el estudiante entienda lo que lee, escribe y escucha, que posea un razonamiento lógico matemático y que considere a la programación como la extensión de su escritura, para lo cual es necesario desterrar el aprendizaje memorístico, donde el estudiante casi siempre ve, oye, escribe y transcribe lo que dice el docente, por una práctica construccionista donde tenga oportunidad de explorar, investigar y solucionar problemas.

Por ECO. José Linares Gallo