Conocidos en América Latina como NI-NI (ni estudia, ni trabaja) y entre países angloparlantes como NEET (Not in Education, Employment or Training), este grupo poblacional ha cobrado, últimamente, importancia en el Perú, porque el costo de no atender a esta población viene agudizando problemas como el de la seguridad ciudadana, el de la salud, la violencia de género, entre otros.

Esto coincide con la suerte de premonición que Miguel Székely lanzara el 2012, cuando al referirse al “fenómeno emergente” de los NINIS en América Latina, alertaba que, si no eran tomadas medidas correctivas oportunas, éste devendría en un riesgo para la cohesión social, la seguridad y la democracia de la región en los siguientes años.

Coincidentemente, el INEI, en un estudio sobre los adolescentes NI-NI (de 14 a 19 años de edad) realizado el 2018, aseguró que los jóvenes pertenecientes a este grupo poblacional son “proclives a estar inmersos en algún tipo de situación irregular, haber adoptado conductas antisociales o, en algunos casos, estar atravesando por episodios de desaliento o depresión.” Esto, sin tomar en consideración que, en el Perú, la población escolar, al pasar a secundaria, se reduce en un 40%, y cuando la terminan, parte de ellos no entiende lo que leen ni lo que escriben ni lo que escuchan.

Este fenómeno, del cual Székely nos alertaba una década atrás, muestra, una vez más, que el Estado peruano sufre una severa miopía respecto a su capacidad de identificar, tempranamente, problemas sociales, así como un crónico desempeño en la gestión de Estado, particularmente en cuanto a salud, educación y trabajo; esto último lo ha reconocido el actual presidente Sagasti al aceptar que el Perú es un Estado fallido.

Por lo pronto, en el Indicador de FRAGILIDAD DE ESTADO, conocido hasta hace algunos años como Indicador de ESTADO FALLIDO, se da cuenta de que el Perú se encuentra a media tabla en el ranking mundial de 178 países, con tendencia a empeorar.

Según el Censo del INEI del año 2017, la población NI-NI entre los 14 y 19 años de edad era de 441 mil adolescentes en todo el Perú. Es decir, el 15.1% del total. En términos desagregados, el 18% de adolescentes mujeres de todo el país mostró estar en condición NI-NI, mientras que en el caso de los hombres la tasa llegó al 12.2%.

Esto empeora cuando se extiende el grupo de edades.

Un estudio hecho por GRADE el 2016 sobre el grupo de 15 a 24 años de edad, mostró que el 13% de hombres se encontraba en situación NI-NI; es decir, casi un punto porcentual por encima de la tasa registrada para adolescentes por el INEI, mientras que, en el caso de la población femenina, llegó a un altísimo 29%.

Según lo que refleja el Censo del INEI, este fenómeno afecta más gravemente a los jóvenes localizados en el sector rural. Así, mientras que, en el sector rural, en términos globales, afecta al 20.5% de la población, en las ciudades solo al 13.5%, y afecta mucho más a las mujeres (27.6%) que a los hombres (13.8%).

Una medida a considerar es la creación de infraestructura educativa tecno-digital-laboral. Nueva, y comprada y remodelada por el Estado tras el cierre de algunos centros educativos particulares, como resultado de la pandemia, y también por el replanteamiento de locales públicos. Esto permitirá crear de una Red de Centros Tecnológicos básicos y especializados que estén cerca de los domicilios de los estudiantes, los primeros de base distrital y los segundos interdistrital, de acuerdo a la población a atender e inversión a efectuar.

El nuevo escenario de educación para el trabajo distrital precisará, además, de diversas recombinaciones de educación presencial y virtual, que requerirá de aulas virtuales interactivas con recursos didácticos digitales como videos, animaciones, autoevaluaciones, etc., que mantengan la atención de los estudiantes.

 

Por: José Linares Gallo