En efecto, si nos atenemos a las cifras oficiales reportadas por los Censos Nacionales, se puede afirmar que la población quechuahablante representa cada vez un menor porcentaje de la población. Nótese a este respecto que según el censo de 1993, la población que utilizaba en su comunicación cotidiana alguna de nuestras lenguas originarias, representaba el 30% del total, mientras que según el último censo del 2007 esta cifra cayó dramáticamente a 16,1%.

Por lo pronto, el texto “La Amazonía Peruana, Atlas y Base de Datos” (1997), da cuenta de que en el período 1950-1997 once grupos étnicos de la Amazonía peruana pertenecientes a siete familias lingüísticas habían desaparecido -sea física o culturalmente- y otros dieciocho grupos y subgrupos pertenecientes a cinco familias lingüísticas se encontraban en peligro de extinción. Ethnologue (2015) por su lado ha dado cuenta que hay (2) variantes del quechua que ya se encuentran en peligro de extinción.

El quechua está en riesgo porque muchos peruanos creen que no se debería alentar su uso. Incluidos entre ellos —irónicamente— los docentes que conforman el plantel de EBI, tal como Defensoría del Pueblo lo afirma en dos de sus informes. Esto a pesar que los padres de familia valoran que a sus hijos se les enseñe en quechua tal como igualmente Defensoría del Pueblo y una investigación previa han encontrado. Esto se confirma con el hecho que los niños de las zonas alto andinas siguen llegando a la escuela básicamente como quechua-hablantes.

Si no se trata de un fenómeno típico de sustitución lingüística, donde son los padres de las zonas alto andinas los que dejan de enseñar su lengua materna sustituyéndola por aquella que tiene más prestigio social ¿Qué explica entonces el hecho de que son cada vez una menor proporción de habitantes?

Una de las respuestas podría estar en el hecho que los jóvenes migrantes a las grandes ciudades lo vendrían haciendo con ellos mismos y sus hijos como una suerte de adaptación social frente al clima hostil, que siguen aún sufriendo a puertas de celebrar nuestros 200 años como República.

Otra de las respuestas es que tal como se menciona en el libro una lengua viva no solo requiere una masa crítica suficientemente grande para sobrevivir sino que debe tener la capacidad de expresar las nuevas experiencias que continuamente surgen en cada grupo humano y así designar, por ejemplo, la aparición de nuevos conceptos o creencias, nuevos objetos o artefactos, nuevas creaciones artísticas o inventos, nuevas relaciones humanas. Y esto no ha pasado con el quechua.

Por mi parte encuentro plausible que en dos generaciones el quechua tendrá menos de la mitad o la cuarta parte de los hablantes actuales y la ahora mayor lengua dentro de muy poco este pasando por los riesgos de los dialectos que se encuentran ahora en vías de extinción” (Heggarty: 2006).